no hay modo de aplicar en la vida con un paracaídas, una
hoja de ruta, un ciempiés y una linterna. si trazamos una línea divisoria entre
el bien y el mal, la cobardía sería el vector que sostendría cualquier
definición respecto al tiempo. de este modo, es lógico que se me dé tan
naturalmente la impuntualidad. cualquier orden temporal es lo más parecido a la
sustancia creadora de estatuas.
somos quietos somos el punto ciego de la
homeostasis “todo movimiento psicofísico que exceda el umbral de la consciencia,
está tocado por el placer en la medida que se acerca completamente a la
estabilidad, y al displacer, en la medida que se desvía de ella”. el punto
máximo de excitación nos exige, nos requiere, nos ruega, arrancarnos cualquier
indicio que nos acerque peligrosamente al principio de constancia.
cada discurso cada luz que se apaga en mi casa, se
convierte en el estado de oscuridad que dibujo como en una cuadrícula dentro de
mi cuerpo. la mitad de mi casa permanece en la ceguera. mi cuerpo –continuidad endeble
del deseo- hay que caminarlo a tientas para no chocar para estrellarse.
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*el entrecomillado pertenece a un fragmento de
Más allá del Principio el Placer, de S. Freud.
Tomo XVIII, Obras Completas.
1 comentario:
Pienso en unas líneas de Kafka o quizá The Cure, de noche me ahogo en tu casa...
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