voy al cine.
la mitad de la película no la entiendo. trata sobre el
espacio, aliteraciones temporales. trata sobre la paternidad. no sé cuál es la
parte que más me cuesta comprender. hay un agujero negro que nos transporta
hacia lugares en donde el tiempo no pasa de igual modo para todos.
acá, en nuestra galaxia y sin necesidad de subir a ningún
cohete, el tiempo tampoco es el mismo para nadie.
en el cine, a mi lado
hay una pareja. los dos comen pochoclo. hacen ruido. siento
el olor al pochoclo caliente pero no me da ganas de comer. no me arrepiento de
haber entrado a la sala únicamente con un café. tengo en la cartera maní con
chocolate que me llevaron, pero no lo como. comento que me recuerdan a mi
infancia, cuando en los cines sólo se podía comer eso, y caramelos sugus
confitados.
ahora la pareja
se besa, además de comer. también hacen ruido al besarse.
escucho la saliva y el final del beso. después, otra vez el beso y más saliva.
ella me roza un poco con su pelo de rulos. yo tuerzo la cabeza para mirarlos.
quiero que se den cuenta que me están molestando. me molestan sus ruidos, pero
me molestan sus besos.
me pregunto si cuando beso, mi lengua hará el sonido de
huracanes devastando ciudades.
trato de recordar la última vez que me besaron. no que me
besaron de morondanga, sino, la última vez que sucedió que el beso me haya transportado
al territorio del olvido de todo lo demás.
tengo en mi memoria cuándo fue y con quién. la última imagen
visual de esa escena fueron mis propios párpados cerrándose. sí, el temblor del
sexo y todo lo que viene después pero, cuando finalmente me quedé sola, también
ingresé a la curva espaciotemporal de la que habla la película. pensé que posiblemente nunca pueda explicarme qué es el amor, ni tampoco responderme si seré capaz de
volver a enamorarme, pero que sin dudas, lo más cercano a la entrega fue ese
instante de labios y bocas abriéndose. lo más cercano a la certeza, que creo, podré
sentir.